“En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de los Borgia, ¡pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que ser avaro con él!”
Charles Baudelaire - Consejo a los jóvenes literatos
(traducido por Juan José Utrilla)

Nunca tuve mucho ánimo de odio, aunque me he sabido inspirador de sus brebajes. Una vez, durante el primer año en la universidad — si no es que fue el primer mes — escuché a un incauto decir, palabras más palabras menos, “E. me cae mal porque es como yo, y creo que soy muy insoportable”. La parte divertida llegó cuando saludé al tipo y vi su cara de que-pendejo-ya-la-cagué al darse cuenta que había escuchado todo lo que decía. Días después me encontré casualmente en la misma plática que el personaje en cuestión, quien con verborrea hacía gala de su perfeccionismo. Relataba que sus padres lo habían hecho así. Siempre tuvo promedio de diez y estaba en el cuadro de honoñoñor; la única vez que sacó un nueve en la primaria lo castigaron todo el verano por estar en segundo lugar y no en primero. El tipo terminó odiando al primer lugar del absurdo cuadro de calificaciones.
Al escucharlo tuve una epifanía. También he sido un ñoño, o al menos lo fui hasta los 13 años. Siempre tuve diploma de primer lugar, excepto una vez. También quise odiar al primer lugar de mi grupo, pero en cuanto mi mamá notó mi ira infantil me hizo ver lo ridículo de mi actitud. Las calificaciones eran lo de menos. Sí había sido mejor que casi todo el grupo, pero eso no era algo realmente importante. Dijo que no tenía que competir sino conmigo mismo, si tenía diez la próxima vez tendría que intentar lograr lo mismo, si tuviera ocho debería intentar mejorarlo. Ver que hacen los demás sólo es una distracción. Estuve castigado una semana, no por tener un nueve sino por malgastar mi atención en un berrinche estúpido. “Algún día me lo vas a…” la voz maternal entonaba seria el cliché que se cumplió providencialmente unos doce años después mientras me alejaba de aquella conversación, ya entonces insulsa, encendiendo un cigarro.
Tengo cierto divertimiento sarcástico al contemplar la competitividad hostil; como todo humano tiendo a disfrutar, desde la distancia, ciertos espectáculos crueles. Los esfuerzos y logros del talento ajeno merecen mi atención cuando los encuentro genuinamente interesantes. Sería ridículo imaginar que alguien más tome la misma actitud con respecto a mi trabajo, sin embargo encuentro casi siempre, incluso en las críticas corrosivas — gratuitas en ocasiones—, la apreciable atención de un lector a quien he causado un efecto. Reconozco que aún necesito mejorar, tal vez algún día logre causar infartos, sería mejor curar la ceguera pero la de quienes pueden leer es provocada por sus — casi siempre incurables — prejuicios.
vendredi, septembre 07, 2007 12:26:00 AM
Genial que hayas vuelto.
dimanche, septembre 09, 2007 3:39:00 PM
a ver señor
pra que no me acuse de no haberle pasado al convocatoria ahi esta:
http://www.rednell.org/red1/
siga ud visitando el blog y porfa rola la convocatoria
mercredi, septembre 12, 2007 11:16:00 PM
difiero, dianiux.
jeudi, septembre 13, 2007 7:01:00 PM
Bienvenido, Gabrielux. No sabes que gusto me da verte por aquí.
vendredi, septembre 14, 2007 2:08:00 PM
Jajaja! Los amo a todos, no comentan en mi blog pero se fijan que comento en los otros blogs. Siento que difieras Gabrielux, pero aún así te quiero. Y tú Eliud, ya postea!
jeudi, septembre 20, 2007 1:35:00 AM
Saludos Eliud, ay que vernos
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