le passé est un animal grotesque
Vida y opiniones de Eliud C. Delgado, Volumen II: diciembre, 2006 a junio, 2009

Apuntes multilingües y narraciones librescas de días volátiles,
cuyo soundtrack incluye un playlist para la certeza viajes con destino incierto
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30/04

1:42 AM
El I Ching me dio el hexagrama del viento: traerá buena fortuna ir en cualquier dirección.


“Rhythm in all thought, and joyance every where”
Coleridge

“Come writers and critics
Who prophesize with your pen”
Bob Dylan

Hoy fue un gran día. Por la noche el viento juega con mi cabello y hace mis pasos más firmes. El viento me atraviesa, pulsa los tonos de mi voz.

La noche anterior no dormí. Estuve en vela frente a la computadora hasta ver el amanecer trepar los muros de la ciudad. La trasnochada fue fortuita, un regalo de puntual fortuna. Las noticias matutinas narraban la versión oficial de la enésima reacción a la toma y devolución de los estrados en las dos cámaras que componen el remedo mexicano de parlamento, decidí que era mejor intentar dormir; desfallecí en mi cama por un par de horas y cuando desperté seguía siendo inútil intentar creer en instituciones, democracias o revoluciones, el pan seguía dándome asco y el peje seguía siendo un pelele. No hay triunfo para nadie, todos se salieron con la suya… a medias; no existen “triunfos intermedios”, así llaman los mediocres a sus derrotas. [Nota al pie: “Come senators, congressmen/ Please heed the call/ Don't stand in the doorway/ Don't block up the hall/ For he that gets hurt/ Will be he who has stalled” Bob Dylan, otra vez.]Pero nada de eso es nuevo, al levantarme no pensaba en la política, al contrario: estaba ansioso y alegre, extraña combinación.

Preparé café, una dupla de tazas bien cargadas: granos colombianos tostados y molidos, agua purificada que la cafetera convierte en elixir mañanero. Dos tazas dobles de expreso casero para beberse en un par de tragos, avispar la mente y ahorrar lo que me costaría un Red Bull. Me di un baño, me puse los jeans de ayer y una camisa polo. Revisé las hojas que imprimí en la madrugada, hice un par de correcciones y re-imprimí algo; salí corriendo. Fue necesaria una escala en la papelería. Volví a correr, esta vez con un cigarro que daba vueltas de mi boca a mi mano. Sonreía al pensar que en algunos años no podré fumar y correr al mismo tiempo, pero los años me hacen más ameno, así que seré un viejo agradable para constratar con el adolescente insoportable que fui.

Llegué al centro en tiempo record; 40 minutos, a pesar del metro, a pesar del pesero, a pesar de que bailé por dos minutos con una botarga para así burlarme de lo ridículo que resulta mi optimismo. Llegué a tiempo, sí… pero había una gran fila. No me importó esperar. Al principio creí que sólo los artistas visuales dejaban todo al final y yo era, novato, la excepción entre los poetas. Poco a poco aparecieron otros, desde quien publica sólo en ediciones bilingües canadienses hasta los García/Platas, pasando por ganadores de Punto de partida y editores de Grijalbo-Mondadori. Terminé siendo uno de los primeros en salir. La suerte estaba echada; confío en las monedas que arrojo, aunque la competencia es fuerte.

Llegué a la Universidad a punto de convertirme en zombi, mis últimas fuerzas se fueron en dos horas de clase sobre El Bardo, en las que descubrí que sólo yo leí los apuntes de Jan Knott, que leí mal una escena de Macbeth y que tenía ganas de escuchar “The Times They Are A-Changin’”.

Después me esperaban, para terminar el día, un atardecer púrpura, un café y los labios más dulces. El viento soplaba y yo recitaba a Blake, a Eliot, a Wordsworth, traducía y de repente saltaba en mi lengua un verso de Morábito, de Bonifaz Nuño, Lizalde o Pacheco y al final la marea de mis propios desvelos. [Nota al pie: por eso tengo los amigos que tengo, por pasar las noches en vela entre versos.]


El viento sigue, sostenido. La noche es amplia; soy un arpa eólica, nada puede silenciar el gozo de la serenidad expectante.
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In Memoriam Colin White

5:31 PM


“Su muerte era algo que nadie esperaba,
porque era un hombre muy fuerte, de gran resistencia
y siempre salía de estas cosas.
En buena medida, él sigue siendo el mentor de todos nosotros,
además de un modelo a seguir”
.
Gabriel Linares en entrevista para La Jornada




En sólo un semestre él definió mi gusto por Keats, Byron, Shelley, Coleridge, pero sobre todo Wordsworth.

Alguna vez desayunamos juntos en la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras. Le pregunté, de manera más sutil, si cuando llegó a México se sintió como algún personaje de las novelas de Graham Greene; se rió y me dijo que en una edición de The Lawless Routes la portada es una foto de la casa de su cuñada. Otra ocasión hablamos sobre poesía; me dijo que debemos estudiar los poemas que nosotros mismos escribimos como estudiamos los de los grandes poetas de la antología, que al escribir debería pensar si alguien más puede entender el poema cómo yo lo entiendo. Me preguntó a qué se dedicaban mis padres. Le dije que mi papá tiene cuatro taxis y trabaja en el metro. Me dijo que mi padre es un capitalista del transporte, pero inmediatamente objeté y le expliqué que mi padre nos dejó sin carro para hacerlo taxi y ya después de algunos años se fue haciendo de los demás conforme el negocio prosperaba. Entonces me dijo que yo era como Keats, “son of a hostler”.

Me contó que había sido minero y leñero, que su primer trabajo fue en un periódico de Londres mientras los nazis la bombardeaban, que le gustaban los barcos. Me preguntó si había trabajado y le dije que alguna vez trabajé en un telemarketing; me dijo que esa basura de empleo era algo por lo que mucha gente de mi generación pasa, que hasta su hija había trabajdo en eso. Muchas otras veces me regañaba, decía que debería estar leyendo en la biblioteca en vez de estar fumando en los pasillos de la facultad. Una vez discutimos sobre el Ulysses de Joyce, me dijo que el monólogo de Molly Bloom le parecía masculino y que si ya había fracasado leyendo esa novela debería esperar a madurar un poco para leerla, que hay un tiempo para leer cada libro, que cuando fuera más grande disfrutaría más algunos.

Todas aquellas ocasiones en realidad fueron pocas, sin embargo en todas aprendí mucho de Mr. White. Muchas gracias por todo Colin, donde quiera qué estés, te extrañaremos. Yo seguiré leyendo estos poemas en voz baja, porque cada vez que los leo en mi mente suena tu voz (y tos) sobre los pentámetros yámbicos.

`God save thee, ancient Mariner !
From the fiends, that plague thee thus !--
Why look'st thou so ?'--With my cross-bow
I shot the ALBATROSS.

From “The Rhyme of the Ancient Mariner”, Coleridge

Fade far away, dissolve, and quite forget
What thou among the leaves hast never known,
The weariness, the fever, and the fret
Here, where men sit and hear each other groan;
Where palsy shakes a few, sad, last gray hairs,
Where youth grows pale, and spectre-thin, and dies;
Where but to think is to be full of sorrow
And leaden-eyed despairs,
Where Beauty cannot keep her lustrous eyes,
Or new Love pine at them beyond to-morrow.

From “Ode to a Nightingale”, Keats

FIVE years have past; five summers, with the length
Of five long winters! and again I hear
These waters, rolling from their mountain-springs
With a soft inland murmur.--Once again
Do I behold these steep and lofty cliffs,
That on a wild secluded scene impress
Thoughts of more deep seclusion; and connect
The landscape with the quiet of the sky.

From “Tintern Abbey”, Wordsworth

There was a Poet whose untimely tomb
No human hands with pious reverence reared,
But the charmed eddies of autumnal winds
Built o'er his mouldering bones a pyramid
Of mouldering leaves in the waste wilderness:
A lovely youth,--no mourning maiden decked
With weeping flowers, or votive cypress wreath,
The lone couch of his everlasting sleep:
Gentle, and brave, and generous,--no lorn bard
Breathed o'er his dark fate one melodious sigh:
He lived, he died, he sung in solitude.
      From “Alastor”, Shelley

A damsel with a dulcimer
In a vision once I saw:
It was an Abyssinian maid,
And on her dulcimer she played,
Singing of Mount Abora.
Could I revive within me
Her symphony and song,
To such a deep delight 'twould win me
That with music loud and long
I would build that dome in air,
That sunny dome! those caves of ice!
And all who heard should see them there,
And all should cry, Beware! Beware!
His flashing eyes, his floating hair!
Weave a circle round him thrice,
And close your eyes with holy dread,
For he on honey-dew hath fed
And drunk the milk of Paradise.

From “Kubla Khan”, Coleridge

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Eliud C. Delgado: poeta, traductor & flâneur/lector de comics y melómano indie/medio geek/cultivador de las intertextualidades dispares//Regala PDFs// Antologado en Paraíso en llamas (Literal, 2008) y Perduración de la palabra (Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 2008)

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