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30/04
1:42 AM
El I Ching me dio el hexagrama del viento: traerá buena fortuna ir en cualquier dirección.

Hoy fue un gran día. Por la noche el viento juega con mi cabello y hace mis pasos más firmes. El viento me atraviesa, pulsa los tonos de mi voz.
La noche anterior no dormí. Estuve en vela frente a la computadora hasta ver el amanecer trepar los muros de la ciudad. La trasnochada fue fortuita, un regalo de puntual fortuna. Las noticias matutinas narraban la versión oficial de la enésima reacción a la toma y devolución de los estrados en las dos cámaras que componen el remedo mexicano de parlamento, decidí que era mejor intentar dormir; desfallecí en mi cama por un par de horas y cuando desperté seguía siendo inútil intentar creer en instituciones, democracias o revoluciones, el pan seguía dándome asco y el peje seguía siendo un pelele. No hay triunfo para nadie, todos se salieron con la suya… a medias; no existen “triunfos intermedios”, así llaman los mediocres a sus derrotas. [Nota al pie: “Come senators, congressmen/ Please heed the call/ Don't stand in the doorway/ Don't block up the hall/ For he that gets hurt/ Will be he who has stalled” Bob Dylan, otra vez.]Pero nada de eso es nuevo, al levantarme no pensaba en la política, al contrario: estaba ansioso y alegre, extraña combinación.
Preparé café, una dupla de tazas bien cargadas: granos colombianos tostados y molidos, agua purificada que la cafetera convierte en elixir mañanero. Dos tazas dobles de expreso casero para beberse en un par de tragos, avispar la mente y ahorrar lo que me costaría un Red Bull. Me di un baño, me puse los jeans de ayer y una camisa polo. Revisé las hojas que imprimí en la madrugada, hice un par de correcciones y re-imprimí algo; salí corriendo. Fue necesaria una escala en la papelería. Volví a correr, esta vez con un cigarro que daba vueltas de mi boca a mi mano. Sonreía al pensar que en algunos años no podré fumar y correr al mismo tiempo, pero los años me hacen más ameno, así que seré un viejo agradable para constratar con el adolescente insoportable que fui.
Llegué al centro en tiempo record; 40 minutos, a pesar del metro, a pesar del pesero, a pesar de que bailé por dos minutos con una botarga para así burlarme de lo ridículo que resulta mi optimismo. Llegué a tiempo, sí… pero había una gran fila. No me importó esperar. Al principio creí que sólo los artistas visuales dejaban todo al final y yo era, novato, la excepción entre los poetas. Poco a poco aparecieron otros, desde quien publica sólo en ediciones bilingües canadienses hasta los García/Platas, pasando por ganadores de Punto de partida y editores de Grijalbo-Mondadori. Terminé siendo uno de los primeros en salir. La suerte estaba echada; confío en las monedas que arrojo, aunque la competencia es fuerte.
Llegué a la Universidad a punto de convertirme en zombi, mis últimas fuerzas se fueron en dos horas de clase sobre El Bardo, en las que descubrí que sólo yo leí los apuntes de Jan Knott, que leí mal una escena de Macbeth y que tenía ganas de escuchar “The Times They Are A-Changin’”.
Después me esperaban, para terminar el día, un atardecer púrpura, un café y los labios más dulces. El viento soplaba y yo recitaba a Blake, a Eliot, a Wordsworth, traducía y de repente saltaba en mi lengua un verso de Morábito, de Bonifaz Nuño, Lizalde o Pacheco y al final la marea de mis propios desvelos. [Nota al pie: por eso tengo los amigos que tengo, por pasar las noches en vela entre versos.]
El viento sigue, sostenido. La noche es amplia; soy un arpa eólica, nada puede silenciar el gozo de la serenidad expectante.
“Rhythm in all thought, and joyance every where”
Coleridge
“Come writers and critics
Who prophesize with your pen”
Bob Dylan
Coleridge
“Come writers and critics
Who prophesize with your pen”
Bob Dylan
Hoy fue un gran día. Por la noche el viento juega con mi cabello y hace mis pasos más firmes. El viento me atraviesa, pulsa los tonos de mi voz.
La noche anterior no dormí. Estuve en vela frente a la computadora hasta ver el amanecer trepar los muros de la ciudad. La trasnochada fue fortuita, un regalo de puntual fortuna. Las noticias matutinas narraban la versión oficial de la enésima reacción a la toma y devolución de los estrados en las dos cámaras que componen el remedo mexicano de parlamento, decidí que era mejor intentar dormir; desfallecí en mi cama por un par de horas y cuando desperté seguía siendo inútil intentar creer en instituciones, democracias o revoluciones, el pan seguía dándome asco y el peje seguía siendo un pelele. No hay triunfo para nadie, todos se salieron con la suya… a medias; no existen “triunfos intermedios”, así llaman los mediocres a sus derrotas. [Nota al pie: “Come senators, congressmen/ Please heed the call/ Don't stand in the doorway/ Don't block up the hall/ For he that gets hurt/ Will be he who has stalled” Bob Dylan, otra vez.]Pero nada de eso es nuevo, al levantarme no pensaba en la política, al contrario: estaba ansioso y alegre, extraña combinación.
Preparé café, una dupla de tazas bien cargadas: granos colombianos tostados y molidos, agua purificada que la cafetera convierte en elixir mañanero. Dos tazas dobles de expreso casero para beberse en un par de tragos, avispar la mente y ahorrar lo que me costaría un Red Bull. Me di un baño, me puse los jeans de ayer y una camisa polo. Revisé las hojas que imprimí en la madrugada, hice un par de correcciones y re-imprimí algo; salí corriendo. Fue necesaria una escala en la papelería. Volví a correr, esta vez con un cigarro que daba vueltas de mi boca a mi mano. Sonreía al pensar que en algunos años no podré fumar y correr al mismo tiempo, pero los años me hacen más ameno, así que seré un viejo agradable para constratar con el adolescente insoportable que fui.
Llegué al centro en tiempo record; 40 minutos, a pesar del metro, a pesar del pesero, a pesar de que bailé por dos minutos con una botarga para así burlarme de lo ridículo que resulta mi optimismo. Llegué a tiempo, sí… pero había una gran fila. No me importó esperar. Al principio creí que sólo los artistas visuales dejaban todo al final y yo era, novato, la excepción entre los poetas. Poco a poco aparecieron otros, desde quien publica sólo en ediciones bilingües canadienses hasta los García/Platas, pasando por ganadores de Punto de partida y editores de Grijalbo-Mondadori. Terminé siendo uno de los primeros en salir. La suerte estaba echada; confío en las monedas que arrojo, aunque la competencia es fuerte.
Llegué a la Universidad a punto de convertirme en zombi, mis últimas fuerzas se fueron en dos horas de clase sobre El Bardo, en las que descubrí que sólo yo leí los apuntes de Jan Knott, que leí mal una escena de Macbeth y que tenía ganas de escuchar “The Times They Are A-Changin’”.
Después me esperaban, para terminar el día, un atardecer púrpura, un café y los labios más dulces. El viento soplaba y yo recitaba a Blake, a Eliot, a Wordsworth, traducía y de repente saltaba en mi lengua un verso de Morábito, de Bonifaz Nuño, Lizalde o Pacheco y al final la marea de mis propios desvelos. [Nota al pie: por eso tengo los amigos que tengo, por pasar las noches en vela entre versos.]
El viento sigue, sostenido. La noche es amplia; soy un arpa eólica, nada puede silenciar el gozo de la serenidad expectante.
After All April Is Not So Cruel At All/ Poema Nuevo
2:47 AMEs el calor, pero no es sólo el calor.
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Empiezo a escribir un poemario de manera inesperada. Todo empezó con una mirada sorpresiva a la que me acerqué sin otra intención más que llenar de endorfinas cada mililitro de mi torrente sanguíneo; ya era hora de volver a sentir esa sensación, esta vez sin los errores del pasado. Fue así como me arrojé al espacio de incertidumbre, un abismo poblado por probabilidades… y caí… y mientras caigo tengo la certeza de que estoy flotando.
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En situaciones así la gente acostumbra recurrir a la música. Yo recurro a la música para todo. Sin embargo fue la pintura el arte que esta ocasión desencadenó el incendio en mi mente. Se me ocurrió mirar uno de los tantos retratos alegóricos que le hizo Dante Gabriel Rossetti a Jane Morris, en especifico uno que se reproduce en el tomo II de la antología de Oxford. Al momento en que contemplé la pintura empezó a crecer una ficción en mi mente y la realidad, una vez más, se volvió un mero instrumento estético. Cuando sentí peligro de ser ridículo pensé en el principio de despersonalización de T. S. Eliot y llegué a conclusiones pseudo-platonicas (en referencia al mundo de las ideas) que, a pesar de mi afinidad por las corrientes de pensamiento gramatológicas y anti-logocentristas, me hicieron sentir calma, sobre todo cuando mi devraye tomó un rumbo hacia Bataille y el ocultismo, como un salto de oca que te da la certeza de los augurios, pero no hay momento de más seguridad que aquél en que se tiene la convicción de que todo lo anterior es producto de vivir bajo un epicureísmo esteticista llevado al mayor extremo posible: no planear la vida más allá del propio instante, exprimir el aliento de cada segundo y hacer del proceso mismo de vivir una obra de arte.
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A la semana siguiente fui a la nueva exposición del MUCA-CU, que no tiene nada que ver con el prerrafaeilismo que llena mis fantasías. Al atardecer de ese día la realidad se rebeló y me dio algo más que objetos para la idealización estética. Encontré alguien que llena de alquimia los días, la pieza restante de un rompecabezas en el que encajan poco a poco las piezas.
A la semana siguiente fui a la nueva exposición del MUCA-CU, que no tiene nada que ver con el prerrafaeilismo que llena mis fantasías. Al atardecer de ese día la realidad se rebeló y me dio algo más que objetos para la idealización estética. Encontré alguien que llena de alquimia los días, la pieza restante de un rompecabezas en el que encajan poco a poco las piezas.
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Quedan por escribir mucho versos inesperados para completar este poema.

Invitación/ Nuevo poema (robado de una galería)
12:53 AMDevrayativa invita a
Ecos II: Bajo las piedras,
donde habrá más poetas recién horneados.
Espero verlos en la Casa del Lago.
***
Mujer desnuda descendiendo al ruido blanco #1
Mujer(es) desnuda(s) descendiendo frente al espejo
autorretrato desnudo descendiendo las escaleras
Mujer desnuda descendiendo al ruido blanco #2, el pervertido del autorretrato la sigue hasta que se tropieza con un montón de basura que desde esa noche llama "readymade #1"
Huracán en vaso
7:03 PM
Su propia respiración, nada más:
no hay sonido más propio
mientras su mente se atormenta
con nubes de color casi ajeno:
inhala, exhala: el silbido del ojo
de un huracán categoría cinco:
falsa calma, pausa medular,
en medio de furia húmeda
que se precipita entre párpados
bajo fango de maquillaje,
cayendo a sus mejillas
en aludes negros
cuando continua la tempestad:
con certeza destructiva
en su garganta vibra el trueno
que contiene apretando los dientes:
relampaguea en sus ojos
una revancha contra un solo hombre,
mientras su mente se atormenta
con nubes de color casi ajeno:
inhala, exhala: el silbido del ojo
de un huracán categoría cinco:
falsa calma, pausa medular,
en medio de furia húmeda
que se precipita entre párpados
bajo fango de maquillaje,
cayendo a sus mejillas
en aludes negros
cuando continua la tempestad:
con certeza destructiva
en su garganta vibra el trueno
que contiene apretando los dientes:
relampaguea en sus ojos
una revancha contra un solo hombre,
desfigurador del deseo:
él, ofreció perlas de lluvia
traídas de países desérticos,
en cada una escribió la letra
de alguna canción insulsa;
él, ofreció perlas de lluvia
traídas de países desérticos,
en cada una escribió la letra
de alguna canción insulsa;
amontonó en otra
todos los alfabetos
para regalarle
en una canica
todo el Universo;
él, en otra esfera improbable
proyectó películas biográficas:
las de su poeta favorita,
siempre con final suicida,
y las cintas quiméricas
sobre la vida que compartirían;
él, perla a perla fue despertando
a las sirenas que cantan la locura
en los mares de su mente;
él, calentó las aguas, agitó los vientos
cada vez que juró comprender la demencia,
tener poder de racionalizar la locura;
él, en vez de soledad
sólo le ofreció más perlas:
más nubes, más lluvia, más viento
que ya no es brisa reciproca,
cuando sólo quedan ostras
vacías de restaurantes polvorientos,
sino vendaval que alimenta
la tormenta donde ella se ahoga.
todos los alfabetos
para regalarle
en una canica
todo el Universo;
él, en otra esfera improbable
proyectó películas biográficas:
las de su poeta favorita,
siempre con final suicida,
y las cintas quiméricas
sobre la vida que compartirían;
él, perla a perla fue despertando
a las sirenas que cantan la locura
en los mares de su mente;
él, calentó las aguas, agitó los vientos
cada vez que juró comprender la demencia,
tener poder de racionalizar la locura;
él, en vez de soledad
sólo le ofreció más perlas:
más nubes, más lluvia, más viento
que ya no es brisa reciproca,
cuando sólo quedan ostras
vacías de restaurantes polvorientos,
sino vendaval que alimenta
la tormenta donde ella se ahoga.