le passé est un animal grotesque
Vida y opiniones de Eliud C. Delgado, Volumen II: diciembre, 2006 a junio, 2009

Apuntes multilingües y narraciones librescas de días volátiles,
cuyo soundtrack incluye un playlist para la certeza viajes con destino incierto

L'homme dans la cité

“La ciudad es condición sine qua non de humanidad; el hombre, por lo menos aristotélico, podríamos decir, con todas las herencias sucesivas, es ciudadano […] Es así como el hombre, al limitar su acción individual, su fortaleza física, su destreza de cazador primitivo, por ejemplo, al limitarla y compartir los frutos de sus hazañas cinegéticas o pescadoras, en ese momento crea la posibilidad de la ciudad, donde todos tienen que renunciar a ese libre ejercicio. Se ha hablado de esa libertad del campo y de esta esclavitud de la ciudad. Cómo no recordar el “París se repuebla” de Arthur Rimbaud, esos hombres que en el siglo [ante] pasado vagaron, divagaron y fueron exterminados por las ciudades tantas veces. Pienso en los románticos de todas partes, en los que veían esa pérdida de naturaleza y esa destrucción sucesiva de las pequeñas ciudades y de las aldeas.”


Juan José Arreola dixit
en las
Jornadas de Otoño 86
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
-
-
I

Por mucho tiempo me pensé inexorablemente urbano. Soy defeño de tercera generación por línea paterna y de cuarta generación por línea materna. Mi familia, durante el siglo pasado, atestiguó como San Ángel paso de ser el pueblo recóndito más allá de lo que mi bisabuelo —quien nació en Coyoacán, además de vivir después en la Guerrero y en Portales— llamaba los caminos mortales de Santo Domingo y Copilco a ser la zona comercial aledaña a la Universidad.

En sus niñez mis padres consideraban a Tlahuac una aldea lejana fuera de la ciudad; no imaginaban que al cabo de un par de décadas la autopista que llevaba al mencionado pueblo sería una avenida y comprarían una casa a dos cuadras de la misma. El lugar que llamo hogar, desde que tengo uso de razón, tiene al centro de Tlahuac y a San Ángel como puntos equidistantes.

Ambos puntos han marcado, a mis ojos, la dicotomía de la ciudad. Veinte minutos de camino en dirección a San Ángel me llevan a Taxqueña, punto de partida hacia donde quiera que lleve el metro —con sus vendedores de discos que siempre derrotan a mis audífonos con sus bocinas escupecumbias—, el microbús —que sale en varias rutas a casi cualquier lugar del sur de la ciudad desde paraderos aromatizados con miados— o incluso fuera de la urbe en un pullman de la Central Camionera —donde hay mingitorios baratos para quien ande cerca, aunque no lo sepan los microbuseros.

Hacia el otro extremo no son necesarios veinte sino quince minutos para recordar la advertencia de Axl Rose “Welcome to the jungle”, es decir a San Lorenzo Tezonco, hogar del Reclusorio Oriente (donde residen celebridades como el Poeta-caníbal de la Guerrero y la Mataviejitos), barrio proveedor, entre otras monerías, de piratería y casas de seguridad para secuestradores, cuya hospitalidad ya probaron las hermanas de Thalía y Rubén Omar Romano cuando era técnico del Cruz Azul.
Se trata, pues, de la Iztapalapa barbará donde si uno no pertenece a las tribu local es mejor no meterse, pero que celebra, piadosa y escandalosamente, con puntualidad a todos sus santos. La Iztapalapa que se expande alrededor del Cerro de la Estrella con sus colonias que aún se hacen llamar pueblos, cuya fiesta magna consiste en crucificar a un dispuesto aldeano. Personificar el mito de la cruz es la forma en que los iztapalapeños se niegan a ser parte del demonio que es la ciudad. En Tlahuac la negación es aún más radical. La violencia legendaria de Iztapalapa comenzó, tal vez, como rechazo al foráneo. Fue un impulso similar el que una noche, impulsado por desconfianza y barbarismo, llegó a su paroxismo en Tlahuac con un par de policías linchados y sacrificados en un auto de fe mediante el cual el pueblo pretendía exorcizar de sí mismo al demonio-ciudad.

Esos pueblos devorados por la ciudad pueden dar grandes muestras de generosidad. En sus ferias demuestran ser grandes anfitriones. Pero también pueden ser hostiles e intolerantes. Su sentido de identidad está basado en la dicotomía entre el hombre de la ciudad y el hombre del pueblo devorado por el demonio de asfalto y hierro. La cercanía a esos pueblos siempre fue para mí sólo eso, cercanía. Y a pesar de la cercanía sólo ahí me he sentido extranjero. Son lugares por los que siento más un gran respeto que el ya tan mediatizado temor a la inseguridad. Pensar en esos lugares me implica pensar en lo que no soy; son lugares en los cuales, por es simple hecho de no pertnecer, he sentido, paradojicamente en el umbral entre pueblo y ciudad, la hostilidad citadina que refiere Jacques Brel al final de "L'homme dans la cité":
-
-
"Pourvu que nous vienne un homme
Aux portes de la cité
Avant que les autre hommes
Qui vivent dans la cité
Humiliés l'espoir meurtri
Et lourds de leur colère froide
Ne dressent au creux des nuits
De nouvelles barricades"
-
-
II
-
-
El otro extremo, hacia San Ángel siempre fue el rumbo de las avenidas grandes. Santa Anna y Taxqueña (ahora con sendos puentes vehiculares nuevos) han sido las alternativas de salida hacia los lugares a donde hay que ir. Miramontes, del metro Taxqueña a Xochimilco cruzando por la república autónoma y rebelde de la Villa Coapa. O bien, el Periférico, desde Cuemanco hasta Perisur.
La arboleda Miguel Angel de Quevedo, siempre he pensado, tiene un aire porfiriano que contrasta con las marcas de urbanización apresurada del otro extremo; es la avenida que lleva a casa de mi abuelo, que me lleva a las librerías y a la Universidad. Finalmente, ya en San Ángel, Insurgentes (y su gemela malvada, Revolución) que con promesas maternas de hamburguesas y juguetes terminó por convertirse en el arquetipo de gran avenida de la gran ciudad durante mi infancia. Ahora es la avenida que el metrobus arrunió, pero que mantiene unos tramos amigables con quien desea caminar durante el día.
Otras avenidas que recuerdo conocer desde siempre son Tlalpan, para ir al centro, al trabajo de mi padre, donde el metro no es subterráneo; y el Eje Central, la avenida que va hacia casa de mi bisabuela, la casa de la infancia de mi madre y mi abuelo, una avenida que me lleva hacia el pasado, a los ancestros, a sentir arraigo a pesar de estar de acuerdo con Eduardo Lizalde en “que habitamos el vientre materno, eterno, inexpugnable/ de la indómita monstrua”.
Sin embargo es sólo el pasado, la sangre, por lo que siento arraigo. No siento arraigo por el asfalto, los edificios ni los autos que hacen monstruosa a la ciudad. Mucho menos lo siento por los intentos vanos por hacerla funcional, como los distribuidores viales que sólo la hacen más grotesca.
Conozco bien el arraigo por hechos, mas el arraigo por el lugar per se es algo que Wordsworth, sobre todo, me ha venido a enseñar y los viajes me han hecho comprobar. Desconozco el placer por habilidades campiranas que describe Arreola, yo nací de gente que ya había olvidado esas artes. A veces siento que sólo me queda la melancolía, primero parisina y luego en gran medida occidental, que Baudelaire y Rimbaud le heredaron a Apollinaire, quien escribe en “Zone” sobre una angustía que muchas veces reconocí al caminar al otro extremo de la ciudad, por Reforma o Bucareli:
-
-
"Maintenant tu marches dans Paris tout seul parmi la foule
Des troupeaux d'autobus mugissants près de toi roulent
L'angoisse de l'amour te serre le gosier
Comme si tu ne devais jamais plus être aimé
Si tu vivais dans l'ancien temps tu entrerais dans un monastère
Vous avez honte quand vous vous surprenez à dire une prière
Tu te moques de toi et comme le feu de l'Enfer ton rire pétille
Les étincelles de ton rire dorent le fond de ta vie
C'est un tableau pendu dans un sombre musée
Et quelquefois tu vas le regarder de près

Aujourd'hui tu marches dans Paris les femmes sont ensanglantées
C'était et je voudrais ne pas m'en souvenir c'était au déclin de la beauté"
1 deambularon por aquí:

Estimadísimo Eliud, gracias por tus comentarios en la fonda electrónica del Pávido Návido. Espero que esta temporada invernal me vista de cuantiosas bolsas para el mandado, de diseño y de adevis. Desafortunadamente el tipo del teni trendy no es mi primo, la consanguineidad entre él y yo es tan cercana que no sólo somos hermanos sino gemelos, en fin, cosas que suceden que suelen pasar. Pongan la fecha y la casa, yo llevo la piñata y el piquete para el ponche y pa quien se deje je je.
Un abrazo
L



Eliud C. Delgado: poeta, traductor & flâneur/lector de comics y melómano indie/medio geek/cultivador de las intertextualidades dispares//Regala PDFs// Antologado en Paraíso en llamas (Literal, 2008) y Perduración de la palabra (Facultad de Filosofía y Letras UNAM, 2008)

Memoria del más reciente desvarío

Reclamos y congratulaciones

The Flight Mates


Ladytron

The Manics
Download PHR's new report at brokenlives.info

They Just Come & Go


Friends on the Road

My YouTube

Libro de visitas

¿De qué se trata esto?